La Scaloneta, el equipo que atravesó nuestras vidas

Gonzalo Montiel cruza el remate a la izquierda, Hugo Lloris vuela hacia la derecha, la pelota infla la red y se desata, más que un grito, un sentimiento reprimido desde hace más de 30 años. En el centro de la cancha, Leandro Paredes es el primero en abrazar a quien acababa de cumplir, tal vez, el sueño de su vida, porque el domingo 18 de diciembre Lionel Messi terminó de completar la vitrina personal y se sacó una espina que marcó a la generación que tuvo que encabezar desde muy joven: saber cuánto pesa la Copa del Mundo.

A los 35 años, Messi logró lo que a partir de hoy lo convierte en el mejor futbolista de la historia. Sin embargo, el rosarino y Ángel Di Maria hoy dejaron bien claro dos cosas: son argentinos y a pesar de todos los palos recibidos, nunca dejaron de intentar. Largamente, una frase de Marcelo Bielsa toma una vigencia casi absoluta: “traguen veneno que todo se equilibra al final”.

Como si fuera un dejavú de 2014, Argentina jugó un gran partido, con la diferencia de que el resultado fue bien distinto. Con 45 minutos que excelencia, el equipo parecía tener todo controlado, cuando apareció la estirpe de campeón de Francia y todo volvió a foja cero. De ahí en más, el guión fue una película de Steven Spielberg, donde, como es habitual para nuestra selección, el sufrimiento estuvo a la orden del día. Como dice el dicho, si no cuesta, no vale.

En los penales apareció ese tipo al cual le convirtieron bastante en el torneo, pero agarró esas que valen un campeonato como la que la saco a Kuolo Mani cuando se terminaba el partido. El “Dibu” Martínez genera el mismo porcentaje de amor y de odio por su histrionismo, pero no queda ningún tipo de duda de que es un arquero de élite mundial.

Desde su despegue en la semifinal de la Copa América 2019, la Scaloneta fue un equipo y se transformó en una familia que se hizo carne con la gente y que demostró, con trabajo y seriedad, un gen competitivo. A esa hambre de gloria le sumaron un sentido de pertenencia pregonado desde el cuerpo técnico, el cual fue inyectado por José Néstor Pekerman cuando los que hoy conducen estaban en juveniles.

La comunión del plantel se vio luego de la sorpresiva derrota contra Arabia Saudita. La locura del título en el Maracana, el paso arrollador por la Finalissima contra Italia y un largo invicto se vinieron abajo el pasado 22 de noviembre. Pero, el cachetazo de realidad hizo despertar a un equipo que se acomodó y que empezó a cimentar su ilusión en una estructura que se adaptaba a cada rival y que ganaba confianza partido tras partido, aunque también tenía momentos de zozobra como contra Australia y Holanda.

Al igual que lo hizo Alejandro Sabella en 2014 tras la fase de grupos, Scaloni supo cambiar y encontró en el fútbol de Enzo Fernández y el despliegue de Alexis McAllister los engranajes justos para un mediocampo que tenía que raspar y jugar, prescindiendo de Leandro Paredes, quien en la previa era el dueño de la mitad de la cancha. Por otro lado, optó por la voracidad de Julián Álvarez, quien demostró que tiene un aura especial y supo ganarle la pulseada a Lautaro Martínez, que perdió confianza después del primer partido.

En la defensa, Cuti Romero volvió a demostrar que la zaga central de la selección tiene uno de sus lugares ocupados por largo tiempo y Lisandro Martínez se afirmó como opción, con la posibilidad de ser  titular en un futuro no muy lejano. La mención especial es para Nicolás Otamendi, quien hizo un Mundial digno de admiración y terminó a la altura de grandes nombres de su puesto. El ex jugador de Vélez ya tiene un lugar en la lista que integran, entre otros, Daniel Passarella, José Luis Brown y Oscar Ruggeri.

Nahuel Molina y Marcos Acuña fueron puntos altos que se acoplaron a las necesidades del planteo que paraba Scaloni, lo mismo que Tagliafico, que mostró otra vez el espíritu de tipos que marcaron su lugar con Juan Pablo Sorín. En tanto, Montiel es un jugador destinado para citas importantes, lo demostró en River y en cada vez que lo llamaron a jugar, no esquivó el bulto.

Trazando un paralelismo, en los últimos años, Argentina logró dos títulos muy buscados, como el Mundial de Fútbol y la Copa Davis, con conjuntos funcionales a la idea de equipo y sin una constelación de estrellas. La “ensaladera” más codiciada del tenis fue conseguida con un team que tenía a Juan Martín Del Potro como bandera, pero que distaba del potencial en los papeles que anteriormente supo tener con la Legión de Nalbandian, Coria y Gaudio. El cuadro de Scaloni cuenta con figuras de peso, pero sin el brillo de la generación anterior.

La Scaloneta alcanzó lo máximo en el mundo fútbol, pero más allá de la gloria deportiva, esta selección ya marcó a un país con valores que quedaran para toda la vida. En el lema Todos Juntos se resume la identificación que el equipo quiso trasladarle a la gente y que, seguramente, va a perdurar para siempre, porque es difícil encontrar en la historia un equipo al que la sociedad argentina le tenga tanto cariño.

Me da a pensar que los muchachos de Scaloni son el fiel reflejo del día a día de nuestro país. Un plantel que superó adversidades como lo hace el ciudadano de a pie cada vez que sale a la calle para ir a trabajar. En una nación atravesada por una grieta, la Scaloneta nos une y nos demuestra que todos juntos son más fuertes. Para ellos, la gloria será eterna, para nosotros la alegría será infinita.

 

Por MAXI BIBBO.

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